Los conciertos reafirman la relación afectiva que tiene una banda con su público. A veces, obviamos que en el directo se ven "los verdaderos gallos". Particularmente, estar en un concierto es una experiencia mágica, donde uno desconecta de la rutina, del mundo, y se entrega a la sensación.

Por ejemplo,el 2000 fuí a Santiago de Chile sólo para ver a Morrissey, el esteta de la melancolía, el heroe de mi juventud. Una experiencia que transitaba entre las esperas en el hotel,tomar unos tragos con la banda luego del concierto, y las noches prolongadas de juerga.

Luego, ya en Europa, pude ver a Radiohead,con el sónido que ha marcado el rock alternativo de los últimos años. Incluso escribí una crónica del mismo para una web española.

Pero no fue la única vez que colaboré con alguna publicación. También colaboré con Disorder, una Web chilena de temática alternativa. Pude escribir sobre el Festival de Beschaving en donde pude sacarle un tímido saludo a otro de mis heroes, el mítico Jhonny Marr de The Smiths. Una anécdota que seguro me acompañará hasta la tumba.

Luego, hice una crónica sobre el concierto que Hot Chip realizó en el Melkweg de Amsterdam. Quizás, el mejor concierto al que asistí dada la adrenalina propia y ajena.

Me alegró saber sobre la fiebre de conciertos que se viene viviendo en Lima. Sin duda, Lima es menos horrible, y los conciertos colaboran para darle cierto colorido.